
La joven timplista y cantadora majorera actúa el día 13 de septiembre en la 36º edición del Encuentro de Música Popular Teresa de Bolívar que se celebra en Teror

El timple es un instrumento que históricamente ha fascinado a generaciones distintas. Algunas han conectado sus poderosos influjos a través de la sangre. Es el caso de la majorera Julia Rodríguez, que desde niña vivió en su casa el latido de la tradición musical de raíz alrededor de sus abuelos y de su padre, Domingo Rodríguez ‘el Colorao’, un talento de dimensiones inagotables que ha sobredimensionado en la última década las posibilidades del instrumento de cinco cuerdas más representativo de las islas.
La timplista y cantadora está presente en la nómina de artista que configuran el cartel de la 36º edición del Encuentro de Música Popular Teresa de Bolívar que se desarrolla en la Plaza de Sintes de Teror los días 12 y 13 de septiembre, organizado por la Fundación Canaria Nanino Díaz Cutillas dependiente de la Consejería de Cultura del Cabildo grancanario.
“Cuando verdaderamente me percato de que la música de raíz me ha atrapado es cuando ingreso en la Rondalla de Tetir con doce años. Allí empecé a cantar. Mi padre fue mi primer maestro y ha sido siempre un referente que me demostró que la música puede ser tu razón de vida. Crecí de manera natural viendo sus conciertos, al calor y el cariño de tantos y tantos cantadores canarios y excelentes instrumentistas. Nunca me impuso seguir sus pasos. Ahora desarrollo una carrera musical que sigue madurándose fuera de las islas”, sostiene la timplista majorera que también cursó estudios de flauta clásica y que, además, se atreve con otros instrumentos de cuerda como la guitarra o el cuatro venezolano.
“No me acuerdo de cuándo empecé a tocar el timple. Siempre estuvo conmigo desde los tres o cuatro años. Recuerdo más tarde acudir a los cursos de verano que impartía Blas Sánchez a los que llevaba mi padre”, explica la también nieta del violinista y cantador Luis Rodríguez. La timplista que ha estudiado en la Escuela Superior de Música de Cataluña (ESMUC), donde se ha entregado a dos itinerarios, jazz y música moderna, subraya que “ingresar en este centro en 2020 fue cumplir un sueño. Me llamaron la atención sus objetivos de formar y cualificar a personas en el ámbito de la interpretación y la creación musical. La rica diversidad de posibilidades que he tenido a mi alcance, sus lenguajes y estéticas propias que son un referente en la educación musical en España, y que me ha permitido una preparación para trabajar con diversos formatos, medios, géneros y contextos creativos con las que espero poder seguir creciendo profesionalmente como intérprete. Hay que salir de Canarias si deseas expandir tus conocimientos y posibilidades, poner a prueba tus capacidades. Mi padre que vivió en Francia y en Madrid muchos años me inculcó la necesidad que tenemos de abrirnos a nuevas experiencias sin miedos para hacernos más grandes y más creativos”.

“Seguiré improvisando, pero siempre con una pata en Canarias”, bromea. Sobre la ultimísima generación de timplistas a la que pertenece advierte que aportan “innovación. Cada uno tenemos nuestra peculiar manera y estilo a la hora de afrontar el instrumento, de servirnos de él. Somos valientes y no tenemos prejuicios proponiendo y defendiendo quizás una visión más heterodoxa y abierta de los materiales de la tradición. Aunque sea un instrumento muy pequeño no tiene límites y debemos explotar todo lo que aún tiene por ofrecer. No obstante, nos reconocemos deudores de la dimensión que ha tenido el magisterio y proyección de figuras como Totoyo Millares o José Antonio Ramos, entre otros, que fueron los precursores de la evolución que ha experimentado el timple en las últimas décadas. Lo que hacen faltan son más mujeres timplistas en el panorama de la música en Canarias”.
La folía es lo que soy
“Ramos revolucionó el concepto folclórico del timple y permitió su acercamiento a la música moderna. Esa idea nos influyó mucho”, reconoce Julia Rodríguez, a quien cautiva sobremanera el género de la folía. “Siempre en los conciertos que ofrezco en la península no puede faltar una folía en el repertorio. Es el palo que más me conecta con lo que soy, con la tierra, con los recuerdos, con la añoranza de reencontrarme con el lugar al que pertenezco”.
“Para innovar con el folclore debes acercarte con respeto a la música de raíz. No podemos olvidar de dónde venimos. No podemos obviar sin embargo que la mayoría de nuestros géneros están influenciados por la tradición exterior, que han ido configurándose con el paso de los siglos gracias al mestizaje cultural. La música inspirada en la tradición de raíz que los grupos producen ahora no es la misma que surgió cincuenta años. Ni la de ahora será idéntica a la que se escuchará en las próximas cinco décadas”, augura la cantante y timplista.
Mantiene a su lado en Barcelona un instrumento que construyó en Lanzarote Vicente Corujo, aunque en Fuerteventura mantiene otro realizado por Alberto Cárdenes. “Son mis dos predilectos que utilizo más frecuentemente en mis conciertos”, añade la artista que ha formado dúo con el tarraconense Pau Duran Gual, cantado junto a la catalana Silvia Pérez Cruz y formado parte de los directos de presentación del último trabajo ‘Lo Puro’ de otro talento de Canarias, Hirahi Afonso, a quien admira “por su capacidad innovadora”. Asimismo, sigue formado parte de la banda de jazz canario de fusión, Tabaiba Project. Ha actuado en eventos como el Sofar Gran Canaria, el I Encuentro de Timple de Fuerteventura o en la producción ‘Canharia, mujeres al timple’.
Su nuevo disco gira alrededor del proceso del viaje “como experiencia vital y la paradoja de la nostalgia por recuperar luego con el deseado regreso tu espacio de procedencia. El viaje forma parte de nuestra manera de ser”.
Rodríguez, que admira a la guitarrista y compositora bilbaína Amaia Miranda, el grancanario Hirahi Afonso, la cuatrista puertorriqueña Fabiola Méndez, Silvia Pérez Cruz o Jorge Drexler, entre otros muchos, suele escuchar en sus ratos libres folclore argentino, venezolano y cubano, así como la música del rapero estadounidenes Kendrick Lamar o Rosalía. “El reguetón está bien para cinco minutos, más no”, concluye Julia Rodríguez.